Gran Canaria es
uno de los destinos que antes comenzarán a recuperarse en cuanto pase la crisis
del coronavirus. Ya es uno de los cinco primeros aeropuertos españoles que
están autorizados a recibir vuelos internacionales y también su puerto es uno
de los ocho que podrán comenzar a recibir cruceros. El Gobierno está estudiando
la posibilidad de abrir (corredores) al turismo internacional en Baleares y
Canarias. Pero, además, la isla recibe un gran número de turistas de la propia
Gran Canaria y del resto de las islas del archipiélago, así como de la
península. La isla ya ha comenzado a prepararse para ello, Turismo de Gran
Canaria invertirá hasta 20 millones de euros en proyectos encaminados a la
reactivación de la imagen de Gran Canaria y a la rehabilitación de
infraestructuras turísticas. Ello se une a iniciativas de reactivación de la
imagen de la isla entre las que se incluye la campaña promocional
#muchoporvivir, enfocada principalmente al turismo local. Desde la capital de
la isla se insiste especialmente en que Canarias en general, y Gran Canaria en
particular, han resistido la pandemia de una forma especialmente favorable, de
modo que se trata de un destino seguro en lo sanitario y en lo que se refiere a
la seguridad ciudadana y pública.
Un
inspirado poeta, o un agudo publicista, definió hace tiempo Gran Canaria como “un
continente en miniatura”. Durante años fue la frase más utilizada para definir
a la isla. Pero no es sólo una idea bonita o un slogan con gancho: es la mejor
definición de este lugar que, ya en tiempos lejanos, fue idealizado como sede
del Paraíso.
En
el pequeño círculo que forma la isla central de las Canarias es posible
encontrar todos los climas, disfrutar un enorme contraste de paisajes, sentir
todas las emociones. Recorriendo los escasos cincuenta kilómetros que separan
una costa de otra, en cualquiera de las direcciones, se puede pasar de las
cálidas arenas que forman sus playas a las blancas cimas de su cumbre más alta,
que lleva el simbólico nombre de Pico de las Nieves, con 1.950 metros de
altura. En el camino se descubrirán majestuosas calderas, vertiginosos
barrancos y acantilados sobre el mar, suaves valles cubiertos de vegetación,
pequeños pueblos pintorescos...
Pero
la principal aventura, el mejor descubrimiento es el de la gente que habita
estos lugares. Todos diferentes: el pescador que reta cada día a la mar y que
debe trabajar en equipo porque de ello depende su negocio y, con frecuencia, su
vida; el agricultor, acostumbrado a mirar al cielo, no tanto para suplicar
lluvias, como para adivinarlas en el horizonte; el pastor, que acompaña su
soledad con los vuelos de su mente; el habitante de los diminutos pueblos o de
las dinámicas ciudades, acostumbrado a los grupos de extraños que desde hace
siglos han acudido a esta tierras.
Pero
todos ellos tienen algo en común: son gentes receptivas, cordiales,
curiosamente abiertas, pese a vivir en una isla. Gentes que auxilian al viajero
despistado, que orientan al extraviado, que comparten sus vidas y experiencias (y
sus comidas y bienes si llega el caso) con esos (godos) peninsulares,
continentales, mundiales que recorren sus tierras queriendo acaparar en unos
días todos sus encantos.
Una
capital moderna y abierta
La
visita a la isla suele iniciarse en la capital y por fuerte que sea la
tentación de acudir a las inmensas playas del sur o descubrir su deslumbrante
interior, vale la pena dedicarle un tiempo. Es, además, la forma más lógica y
la que mejor se adapta a su propia historia. En efecto, fue en Las Palmas de Gran
Canaria donde primero se asentaron los conquistadores, concretamente en el
barrio de Guiniguada. A medida que la ciudad fue creciendo, las casas se
desparramaron por las dos paredes del barranco, formando los barrios de Vegueta
y Triana.
Precisamente
aquí, en el centro de la Vegueta, un libro abierto sobre el pasado, debe
comenzar la visita. La arquitectura neocolonial, representada en hitos como la
Catedral o la Casa de Colón, dejan constancia de la fuerte personalidad
atlántica de La Palmas de Gran Canaria, un cruce de caminos y de culturas.
Caminando sobre el empedrado de estas calles se viaja a otro tiempo, paseando
por ejemplo junto al lugar donde el descubridor de América recitó sus oraciones
antes de zarpar de nuevo. Algunos chistosos cuentan que en la catedral es
posible estudiar una gran parte de la historia del arte. En efecto, el exterior
neoclásico con algo de barroco, oculta un interior del período gótico tardío
con bellos tesoros como el precioso Cristo de Luján Pérez.
Triana
fue en sus orígenes un barrio marinero, aunque hoy sólo la ermita de San Telmo
recuerda aquel pasado. La calle principal se llama también Triana y en ella
están los principales comercios de la ciudad y un escaparate inmenso de lo
mejor que se fabrica en el mundo. Cerca está la calle Cano, donde se encuentra
la casa-museo de Pérez Galdós, donde nació el autor de los Episodios Nacionales
en 1843.
No
es el único personaje famoso de Gran Canaria; ubicado en un lugar excepcional,
en uno de los extremos de la playa de Las Canteras, un gigantesco edificio da
nombre a otro de sus más prestigiosos hijos: el Auditorio Alfredo Kraus, un
vanguardista icono de la ciudad. Precisamente Las Canteras, junto al puerto de
La Luz en el istmo de la Isleta es otro de los puntos más animados y visitados
por los turistas.
Antes
de abandonar la zona, vale la pena hacer una visita (y si se puede alojarse) en
el hotel Santa Catalina, reconocido como mejor hotel histórico de lujo de
Europa. Historia y glamour no le faltan, por él han pasado Ava Gardner, Winston
Churchill, Agatha Christie, Gregory Peck o María Callas. Y lujo, tampoco. El
hotel está gestionado ahora por Barceló Hotel Group, bajo el sello de Royal
Hideaway Hotel que incluye los más representativos de la cadena, que ha
realizado una cuidada y rigurosa renovación que logra ensalzar su original
identidad británica y preservar su patrimonio artístico del siglo XIX y XX,
sumergiendo al huésped en una experiencia de cinco estrellas gran lujo.
Camino
al sur
Las
Palmas es sólo un aperitivo para el especial banquete que supone recorrer la
isla. Aunque hay que elegir entre varias direcciones, tal vez la ruta más
popular es la que lleva a las magníficas playas del sur y al singular
espectáculo de Maspalomas, un conjunto de ocho kilómetros de arenas y dunas,
con pequeños oasis de palmeras, declarado Reserva Natural. Precisamente una de
las pocas consecuencias buenas del confinamiento de estas últimas semanas, ha
sido que las dunas de Maspalomas han recuperado su esplendor gracias a la
ausencia de pisadas, se ha regulado el flujo de arena y han florecido sus
ondulaciones naturales. El grupo que cuida este paraje espectacular confía en
que el regreso del turismo no altere lo conseguido, para ello se ha dotado de
balizas y señales a los cinco senderos que atraviesan el ecosistema de forma
que los visitantes transiten por ellos, absteniéndose de pisotear el resto. La
Reserva está constituida por tres ecosistemas: el Palmeral, la Charca y las
Dunas, que se extienden a pocos metros del mar. Toda la zona es un enorme
espacio natural de excepcional valor.
Desde
la Charca y en dirección a las dunas, caminando por la orilla del mar, se llega
a la Punta de Maspalomas, que conecta con Playa del Inglés. Es realmente la
misma playa, que a partir de ese lugar cambia de nombre. Toda la playa cuenta
con tramos solitarios y aislados, en los que practicar nudismo. Por su parte,
los surfistas tienen su lugar de encuentro en la curva que une Maspalomas con
Playa del Inglés.
Junto
a las dunas de arena, el otro símbolo de Maspalomas es su altivo faro de 55
metros que ilumina la punta sur de Gran Canaria desde 1890 y que ha visto cómo
una zona casi desértica y deshabitada se convertía en uno de los grandes iconos
turísticos no solo de Canarias, sino de toda España. Tras una azarosa vida, el
Faro de Maspalomas, declarado Bien de Interés Cultural en 2005, ha abierto hace
poco sus puertas a los millones de visitantes extranjeros, nacionales y
locales, que llegan cada año a la isla. Lo ha hecho inicialmente como punto de
información turística y tienda de artesanía, pero un proyecto mucho más
ambicioso prevé acoger en el futuro un Centro de Interpretación Etnográfica.
Porque mucho antes de que los castellanos terminaran conquistando la isla, los
nativos convirtieron ese paraíso terrenal en uno de sus espacios preferidos
para vivir.
Hacia
el otro lado del faro se extiende una amplia zona peatonal, un concurrido
paseo, lugar perfecto para realizar compras, hacer una parada tras la playa,
salir a cenar o simplemente tomar algo junto a la larga línea de mar. También
allí se encuentran casi infinitos hoteles y apartamentos, muchos de ellos
realmente lujosos y con todo tipo de instalaciones
Pero
antes y después de Maspalomas hay varias paradas obligadas. A pocos kilómetros
de Las Palmas está Teide, la segunda ciudad en importancia de la isla y tan
antigua como la capital. El barrio de San Francisco todavía conserva el
ambiente y sabor de la época. En Ingenio se conserva un curioso poblado
troglodita, con su propia ermita excavada en la roca y es el lugar perfecto
para adquirir los conocidos (calados) y bordados que se realizan artesanalmente
desde tiempo inmemorial.
Adentrarse
en el interior
Más
allá de Maspalomas, iniciando el camino hacia el norte por la otra costa (un
litoral que goza de 360 días de sol al año), vale la pena visitar el pequeño
pueblo marinero de Arguineguín, lleno de encanto; Patalavaca, uno de los
mejores centros turísticos de la isla; Puerto Rico, urbanización pionera en la
oferta náutica y Puerto Mogán, una encantadora villa marinera con un magnífico
y acogedor puerto pesquero y deportivo.
Es
hora de emprender el camino hacia el interior de la isla, muy desconocido para
muchos y sin embargo, en buena parte responsable de que el 43% de su superficie
sea territorio protegido y que en 2005, la UNESCO premiase ese esfuerzo con la
declaración de Reserva Mundial de la Biosfera. En ese viaje se atraviesan
barrancos y desfiladeros, bosques y cráteres, las laderas se cubren de fincas
de plataneras y el cada vez más lejano litoral se vuelve más salvaje pero igual
de sugerente, y se puede disfrutar de las más de cien especies de flora que
sólo pueden verse en la isla y de emblemas de la fauna local como el pinzón
azul o el lagarto canarión. Se cambian las famosas playas del sur y sus resorts
por las piscinas naturales, los alojamientos rurales y el queso artesanal para
buscar, más allá del consabido (sol y playa), la esencia geográfica de tanta
belleza.
La
exuberancia paisajística de Gran Canaria puede ser contemplada en calma desde
su red de miradores o siendo testigo del imponente pacto de silencio que
guardan desde hace millones de años dos singulares monolitos basálticos en la
Caldera de Tejeda. El Roque Nublo, una enorme roca basáltica en forma de
monolito de más de 65 metros de altura surgida como consecuencia de la
actividad volcánica y la erosión, que es un icono de la isla que resiste el
paso del tiempo en soledad, mientras que el Roque Bentayga se presenta ante los
ojos con la majestuosidad que le reporta haber sido un lugar de culto para los
aborígenes que poblaron el archipiélago hasta el siglo XV, como así atestiguan
los yacimientos arqueológicos que guarda. Miguel de Unamuno lo describió como (tempestad
petrificada).
Este
lugar, como otros muchos en la isla puede ser perfecto para descubrir por qué
la UNESCO ha considerado a Gran Canaria como una (ventana al cielo) por su
calidad y nitidez para la contemplación de las estrellas, una visión que está
en riesgo en el planeta. Por todo ello, esta defensa del cielo de Gran Canaria
se ha convertido en un eje de actuación básico para la isla, que también trata
de conseguir que el yacimiento arqueológico del poblado aborigen Risco Caído,
situado en Artenara, sea declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO junto a los
Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria.
Puede
que los recorridos de un lugar a otro de la isla abran el apetito. No hay que
preocuparse porque se está en el lugar ideal. La gastronomía de Gran Canaria es
otro ejemplo del mestizaje que le ha brindado su triple identidad europea,
africana y americana. La isla luce con orgullo una amplia gama de productos.
Hay quesos exquisitos, frutas y verduras que se exportan al Viejo Continente,
un excelente pescado y una repostería tradicional hecha arte gracias al legado
de varias generaciones. No pueden dejarse de disfrutar sus célebres papas
arrugadas con distintos mojos, el sancocho y un crisol de potajes, todo ello
acompañado de una copa de vino blanco de malvasía o de sus excelentes tintos
que son el maridaje perfecto para disfrutar de una buena mesa.
Queda
mucho por ver en este (continente en miniatura) y todo está a un paso en
excursiones de apenas un día. De la mañana a la noche se puede, por ejemplo,
atravesar los mágicos bosques de laurisilva recubiertos de musgo y misterio,
caminar por pinares situados a más de mil quinientos metros de altura y contemplar
las nubes bajo tus pies y sumergirse cualquier día del año en las aguas
cristalinas que acarician un litoral de sinuosas dunas o vertiginosos
acantilados. Gran Canaria es uno de esos lugares que parecen una mezcla de
sueño y realidad. Pero ahí está, esperando a ser descubierta.
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información:
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Fernando García Santamaría
Texto: Enrique Sancho
Fotos: Turismo de Gran Canaria
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